domingo, 13 de marzo de 2011

Capítulo I

Era el famoso primer día de clase: el de la presentación. Los alumnos de primero de bachillerato iban llegando al patio del instituto y cada vez estaba más lleno. Se aglutinaban alrededor de los paneles que había junto a la puerta de entrada entre voces y risas típicos de adolescentes curiosos por averiguar en qué clase y con quién estarían durante todo el curso. Y entre ellos, nos encontramos con un muchacho de altura media y de peso bastante normal, rubio y de media melena con los ojos castaños. Era su quinto año en ese centro, pero ya había terminado la secundaria y ese día, comenzaría el bachiller. Reía a carcajadas con sus amigos, y desvió la mirada hacia la puerta de entrada al recinto. Se aproximaban tres chicas que parecían de su misma edad. Cuando llegaron a la zona donde se encontraban todos los estudiantes, se acercaron a mirar las listas. Él se fijó solamente en la que caminaba por la derecha: Jennifer. Era más bien delgada, no demasiado alta y con una melena lacia y castaña de ojos verdes. Ni se molestó en mirar ni de reojo a sus dos amigas, pues no llamaban tanto la atención como ella. Pero... no recordaba haberla visto nunca en el instituto. Al menos, no los años anteriores.

Sonó el timbre, y las escaleras solitarias y silenciosas de pronto se llenaban de jóvenes de entre quince y veinte años, gritando y riendo de forma bastante sonora. Subieron cuatro pisos, y según las clases, se dividieron en tres pasillos. Nicolás, uno de sus amigos, Jennifer y sus dos amigas se desviaron al derecho. Era el pasillo donde estaban las aulas de los que iban a estudiar ciencias. El amigo de Nicolás y la amiga pelirroja de Jennifer entraron en 1º A: el aula de los que habían escogido tecnología; Nicolás y Jennifer en 1º B: de biología; y la otra amiga de Jennifer en 1º C: de dibujo técnico.

Cada uno de los alumnos de 1º B tomó asiento, las mesas estaban separadas de una en una. Pasados cinco minutos, entró el tutor: Marcos Fernández. Tutor y profesor de literatura. Les dictó el horario, las normas de convivencia, la normativa del centro, la programación de literatura, ... y en una hora volvió a sonar el timbre. Se acabó el instituto por toda la mañana, no volverían hasta el día siguiente, miércoles. Nicolás dejó de escuchar al profesor nada más terminar de copiar el horario y había clavado su mirada en Jennifer, aunque ésta no se había percatado. Vio cómo desataba la coleta que se había hecho para escribir, con qué delicadeza guardaba de nuevo su estuche en su bolso, cómo cerraba su libreta sin dar un golpe, y con qué cuidado guardaba la silla bajo la mesa cuando se levantó para irse. La perseguía con la mirada cuando bajaban las escaleras, cuando ella se reencontró sonriendo dulcemente con sus dos amigas, cuando se alejaba por la puerta del recinto y finalmente desapareció de su campo de visión. También había escuchado su risa juguetona y su voz suave y aguda, propia de una mujer. ¿Era posible que le atrajese...? <<Bah... seguro que si me detengo a conocerla personalmente no me parece más que una niña tan pija y consentida como aparenta, jamás me enamoraré de ella>>.

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