jueves, 17 de marzo de 2011

Capítulo II

Por fin, comenzó la rutina que había sido olvidada los anteriores tres meses de verano. A las ocho y media sonaba el timbre y un tumulto de jóvenes somnolientos subían las escaleras y se dirigían a sus respectivas plantas, pasillos y aulas.

Primero B de nuevo. Nicolás entró, dejó su cartera en su pupitre y se encaminó hacia el encerado, donde estaban los chicos con los que se solía tratar en clase. Desvió sus ojos hacia el resto del aula tras una risa por un comentario de uno de sus amigos. Sin querer, volvió a cruzar a Jennifer con su mirada, y sin querer se detuvo de nuevo a contemplarla sin que ella ni nadie se percatase. Llevaba un rato allí, probablemente más que él. Estaba escribiendo algo en una agenda verde esmeralda con un bolígrafo púrpura.

Entonces, entró Marcos, el tutor y profesor de literatura.
- ¡Buenos días! - decía mientras caminaba desde la puerta hacia su mesa-. Por favor, vayan tomando asiento y guardando silencio. ¡Chicos! Silencio... Vamos... La clase ha comenzado. ¡¡Silencio!!
Cuando por fin todos estaban callados y en su sitio, pudo comenzar a explicar la primera actividad:
- Bien. Al comenzar el bachillerato, hay más gente nueva matriculada que si fuese la secundaria. Por lo tanto... vamos a hacer la siguiente actividad: cuando me dirija a cualquiera de ustedes, quiero que me digan o señalen a algún compañero o compañera que no conozcan. Se pondrán en parejas y se entrevistarán mutuamente. No olviden recoger tanto preguntas como respuestas en una hoja que posteriormente me entregarán para leer en alto. Así comenzaremos a conocernos y llevarnos cada vez mejor.
- ¡Oye, profe que...! - dijo uno de los alumnos.
- Disculpe la interrupción, - interrumpió Marcos- pero desde que he entrado en ningún momento le he tuteado... a pesar de que sean ustedes mis alumnos. Con mayor motivo debiera de tratarme de usted. Prosiga.
- Perdone usted, don Marcos - rectificó.
- Así sí - asintió el tutor.
- Verá... resulta que no hay tantos alumnos nuevos como para que la clase sea mitad y mitad. Quiero decir: sobrarán personas que se conozcan entre ellas. ¿Qué pasará?
- Bueno, es tan simple como acoplarlos a cualquier pareja y que los dos que ya se conocen entrevisten al "nuevo", y que éste también los entreviste a ellos. Pero, no, nadie quedará sin descripción.

Don Marcos iba preguntando a cada cual según el orden de lista, y entonces llegó a Nicolás. Él, sin despegar la vista de Jennifer, la señaló inconscientemente. Cogió su libreta y se sentó a su lado. Ella, asustada y sorprendida por su tan fija mirada en ella, instintivamente comenzó a palparse el rostro. También sacó su teléfono móvil e intentó verse reflejada en su pantalla. Al no observar nada fuera de lugar, con expresión nerviosa le preguntó:
- ¿Por qué me miras así, si no tengo nada en la cara? - Se estiró la camiseta -. ¿Tengo la ropa sucia? ¿Se me habrá caído una gota de café?
Nicolás reaccionó avergonzado, no se daba cuenta del ansia con que la observaba, ni del tiempo que su mirada llevaba fija en ella sin haberse desplazado ni un milímetro.
- Perdona... lo siento, de verdad. Lamento haberte asustado, si es que lo he hecho - Destapó su bolígrafo -. Es que... las nuevas me llamáis mucho la atención. Osea... - comenzaba a enrojecerse - sí, las nuevas. Pero los nuevos también, no te vayas a pensar que... bueno: me llamo Nicolás y tengo dieciséis años. ¿Y tú?
Jennifer dejó escapar una carcajada suave.
- Tranquilo, no te pongas así. No ha sido nada - sonrió -. Yo me llamo Jennifer, y tengo aún quince años porque los cumplo en diciembre - guardó su agenda verde y sacó una libreta de anillas -, encantada de conocerte - arrancó una hoja cuadriculada -.
- I... Igualmente...
- Bueno, ya que te has puesto tan nervioso y no sé por qué, me imagino que no sería lo mejor hacerte preguntar el primero - sacó un bolígrafo de color azul -. ¿Te parece bien?
Nicolás agachó levemente la cabeza.
- Sí.

Jennifer le hizo unas cuantas preguntas comunes, y Nicolás a ella. Sin saber cómo, una de las respuestas dio lugar a una conversación con varios temas encadenados. Uno conducía a otro, y este a su vez a otro distinto. Se terminó la hora de tutoría y salieron al recreo también hablando juntos. La conversación que mantenían mientras se estaba conociendo desembocó en la que mantienen dos amigos que se conocen de toda la vida: risas aquí, carcajadas allá...

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